En 1945, la Carta de las Naciones Unidas se convirtió en el primer acuerdo internacional que establece el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Dos años después, la Asamblea General aprobó una resolución por la que se proclamaba el Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, que los Estados Miembros deben observar todos los días del año, en conformidad con sus tradiciones históricas y nacionales.
El Día Internacional de la Mujer nació de las actividades del movimiento sindical a principios del siglo XX en Norteamérica y Europa. El primer Día Nacional de la Mujer se celebró en Estados Unidos el 28 de febrero de 1909. A partir de entonces, el Día Internacional de la Mujer tomó una nueva dimensión global para las mujeres a nivel mundial que se ha ido repitiendo a lo largo de los años hasta llegar a nuestros días.
Durante los últimos años, la pandemia del COVID-19 ha seguido cebando las diferencias y las brechas existentes, y en especial las relativas a la desigualdad de género, por ello y siguiendo el lema proclamado por la Generalitat de Cataluña para este año 2022, “Avanzamos hacia una normalidad feminista” que reivindica y defiende la plena garantía de los derechos humanos de todas las mujeres, es más importante que nunca, que el 8 de marzo sea un día de unidad y reconocimiento de los derechos de las mujeres y su participación en todos los ámbitos: político, social, cultural y económico, en la sociedad y dentro del movimiento asociativo de personas sordas, para construir un futuro más igualitario para todos con la contribución de todos.
Desde la FESOCA seguiremos trabajando para dar visibilidad a las mujeres sordas que lideran y forman parte del movimiento asociativo, que rompen roles y estereotipos sexistas, que encabezan la lucha feminista poniendo de manifiesto la doble discriminación que sufren las mujeres (por ser mujeres y sordas ), que demuestran sus capacidades para hacer frente a las desigualdades, que con su trabajo demuestran que es posible una sociedad más igualitaria y libre de discriminación o de machismo, que preservan la LSC, la identidad y la cultura sorda propia como rasgo idiosincrático del colectivo de personas sordas que las enorgullece, etc.
Además ponemos en valor el trabajo doméstico y reproductivo, el cuidado de las personas dependientes y, en definitiva, el sostenimiento de la vida que tradicionalmente, desarrollado por el colectivo de mujeres y que ha generado y sigue generando situaciones de desigualdad y discriminación.
De esta forma, hoy reivindicamos la igualdad de género como uno de los pilares de una transformación que es imparable y que debe hacerse realidad desde hoy.